Comentario
Efectivamente, los peores presagios del almirante Yamamoto se comenzaron a materializar en la guerra del Pacífico a finales de 1942 y, sobre todo, en 1943. Este último año obtuvo el Japón 7,8 millones de toneladas de acero, mientras los Estados Unidos fundieron 90 millones de toneladas...: esa inmensa diferencia se plasmará en la construcción de buques y armas.
Pero Japón no sólo fue abrumado por la abundancia del material norteamericano, sino también por su calidad. Los aviones norteamericanos, inferiores a los japoneses al comienzo de las hostilidades, ya eran mejores a finales de 1942: sus ventajas fundamentales eran la solidez, la velocidad, la potencia de armamento y el radar. En cuanto a la marina, el predominio norteamericano se sustanciará por el incremento masivo de sus portaaviones, por su conocimiento de las claves militares de Tokio y por el empleo del radar, sobre todo en la dirección de tiro.
En el capítulo de personal, también los norteamericanos ganaron la partida a los japoneses: Japón contaba con efectivos navales próximos al medio millón de hombres, cifra ligeramente superior a la norteamericana. Tokio no aumentará sustancialmente esa cifra a lo largo de la guerra, mientras Washington alcanzará el millón a finales de 1942; los dos millones en 1943; los tres millones en 1944...
En Japón funcionaban apenas un centenar de escuelas navales de todo tipo para adiestramiento e instrucción de oficiales, suboficiales, marinería y pilotos... En 1944, los norteamericanos empleaban 947 centros que instruían simultáneamente a 300.000 alumnos.
Otro capítulo importante que diferencia a japoneses y norteamericanos fueron las medidas de seguridad, rescate y sanitarias. Japón, por su especial forma de considerar la vida y por su atraso sanitario, perdió muchos miles de hombres bien adiestrados: sus buques estaban provistos de pocas medidas de seguridad y se incendiaban más fácilmente que los norteamericanos y también ardían mucho más fácilmente; sus enfermerías estaban mal equipadas, sus servicios médicos resultaron muy deficientes, sus previsiones sanitarias fueron muy escasas... justo todo lo contrario que los norteamericanos, que además contaron con antibióticos. Y puede decirse lo mismo respecto a los servicios de rescate, fundamentales en una guerra que tuvo su desarrollo en el mar: los japoneses perdieron a la mayoría de los pilotos derribados, mientras que los norteamericanos recuperaron a centenares de ellos.
Las deficiencias trataron de suplirse con el encarnizamiento del combate y la articulación de nuevos mecanismos políticos. Todas las posiciones, hasta en los atolones más aislados, fueron fortificadas y las guarniciones preparadas para morir hasta el último hombre. La presión de los militares despejó la política interna de cualquier apariencia democrática y la hizo dictatorial.
Ya desde el principio de la guerra, los partidos históricos seisyukai y minseito quedaron disueltos, aunque Tojo y sus compañeros debieron mantener teóricamente la Constitución. Surgió un Taisei Yokusankai, versión japonesa, sometida al emperador, de un partido fascista. En diciembre de 1940 había desaparecido del Parlamento cualquier sombra de opinión, aunque también es cierto que el emperador actuó de contrapeso para el totalitarismo de los militares.
La religión se utilizó como un arma más. La característica de Japón es el sintoísmo; en cada buque de guerra había un altar donde se rezaba antes de entrar en combate y los kamikazes eran bendecidos por los sacerdotes antes de subir a su avión. Pero la gran religión de Asia es el budismo y la mitad de los habitantes del Gran Japón tenían esa creencia.
El cinismo político se hizo eco de ello. Las tropas japonesas en China contaban con un cuerpo de bonzos militares que editaba 170 revistas religiosas. En julio de 1943 se celebró en Tokio un congreso internacional para unificar las diversas sectas del budismo y crear una nueva religión oficial al servicio del imperio. Asistieron 700 delegaciones y se intentó integrar hasta a los fieles de las "religiones colonialistas".